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El derrochamiento de la economía de Estados Unidos...


Ciertamente la pandemia vino a cambiar nuestras vidas de distintas formas, para todos existe un pre y un post COVID. Este parece ser el caso de los consumidores en Estados Unidos, ya sea por el YOLO (“solo vives una vez”) o FOMO (“miedo de perderse una experiencia”) el consumidor norteamericano aprecia más las pequeñas cosas de la vida tales como los viajes, una buena comida o salir a buscar experiencias más que el continuar acumulando bienes.


Durante la pandemia, cualquier experiencia fuera de casa que se quisiera vivir estaba totalmente restringida para protegernos a todos, orillando a los consumidores a gastar todo lo que estaban ahorrando en la compra de bienes. Este aumento en la demanda de bienes, sumándole los cierres de puertos o paros en las fábricas, ocasionó los famosos cuellos de botella entre 2020 y 2021, donde vimos los precios de los fletes aumentar a niveles no vistos anteriormente. Todo esto conllevó al aumento de precios en los bienes lo cual se tradujo en la tasa de inflación más alta desde hace dos décadas, donde el principal contribuidor era el aumento en el precio de los bienes. Pero durante 2022, y especialmente en 2023, esta tendencia ha cambiado y el consumidor norteamericano está consumiendo más servicios, o experiencias, que bienes. Al observar los datos que nos muestran este aumento en el consumo de servicios, tales como el gasto personal real, nos viene a la mente la pregunta de si este cambio es un cambio temporal impulsado por la recuperaciónque está viviendo el sector para alcanzar la tendencia pre-COVID o si es un cambio estructural en el comportamiento del consumidor norteamericano.


Al observar el dato de consumo personal real se muestra claramente como tanto el consumo en bienes como el de servicios se está acercando a su tendencia pre-COVID, pero por ajustes en distinta dirección. En el caso de los bienes se observó el boom en compras durante 2021, mientras que los servicios apenas están recuperándose y llegando a su tendencia pre-COVID, lo que nos habla de una normalización en el consumo de servicios más que un cambio estructural en las preferencias de los consumidores.


Este cambio en la tendencia se ha traducido en un aumento en la demanda de trabajadores para el sector de hospitalidad, lo que ha ocasionado a su vez un aumento en el poder de negociación de los trabajadores del sector, llevando a un incremento en el salario medio de los trabajadores. Esto ha apoyado a la economía de los norteamericanos debido a que el incremento en salario se ha dado en los sectores más rezagados de la economía, siendo así un ajuste natural dirigiéndose así a un equilibrio en salarios. El aumento de apertura de plazas en el sector de hospitalidad y salud ha llevado a que estos sectores ocupen el 34% del total de las nuevas aperturas de plazas, aumentando en 3 puntos porcentuales desde 31% en 2018, a costa de una disminución en la apertura de plazas en el sector de transporte y comercio.



A pesar de este aumento en la demanda, la cantidad de trabajadores en el sector de hospitalidad sigue por debajo de su nivel pre-COVID, lo que nos habla de que la recuperación en el sector todavía no está completa por lo que podemos esperar seguir viendo avances especialmente en este sector, pero a un paso más desacelerado de lo observado a lo largo de este año.


Este cambio en la tendencia se refleja en los ingresos de las empresas de bienes y de servicios, viendo como la tendencia está claramente beneficiando a aquellas empresas que ofrecen estas experiencias que el consumidor norteamericano está buscando por encima de la compra de bienes en específico.


Y la pregunta aquí es ¿esto va a seguir? Los consumidores norteamericanos siguen prefiriendo consumir experiencias que bienes, como lo muestra la siguiente encuesta, pero esto no significa que van a dejar de consumir bienes para siempre…


Volviendo a la pregunta inicial ¿es realmente un cambio estructural o una tendencia temporal? A pesar de este cambio en las tendencias, esto no se traduce necesariamente en un nuevo patrón de consumo estructural, parece ser aún el ajuste hacia la vida post-COVID, un rebote de la carencia vivida durante 2020 y 2021 que los consumidores están buscando remediar. Pero esta no es una tendencia nueva para los consumidores norteamericanos, dado que pre-COVID ya se podía observar cómo iba en aumento el consumo de servicios sobre el consumo de bienes, por lo que esto se traduce más bien en una reanudación de lo que se vivía antes del 2020, la reanudación de una tendencia preexistente que ha tomado mayor tiempo en retomar la fuerza que tenía. Ahora es importante preguntarnos el porqué de esta situación, ¿será que realmente las nuevas generaciones están dejando a un lado los bienes como automóviles y casas y se están enfocando en vivir experiencias tales como viajes como un nuevo estilo de vida? ¿o será que las nuevas generaciones tienen que optar por vivir experiencias para compensar el hecho de que el poder adquisitivo no les permite comprar una casa o un automóvil?

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